viernes, 27 de mayo de 2011

Los magos no existen

El Ilusionista (L'Illsusionniste), de Sylvain Choment

Hernán Diez


La realización del film, que se presentó por segunda vez en Buenos Aires durante el mes de marzo, en el marco de la «3ª Edición del Festival de cine francés: Les Avant-Premières», estuvo a cargo de Sylvain Chomet, quien concluyó el proyecto del cineasta francés Jacques Tati, muerto en 1982.






El trabajo de Chomet, que combinó el dibujo a mano con algunas técnicas digitales, logró una animación en la que el relato se desarrolla en el plano de las imágenes, no en el de las palabras. Por momentos, el ambiente lingüístico parece babélico (se habla en francés, inglés y gaélico). Los diálogos son mínimos y, cuando hablan, los personajes apenas se entienden entre sí. Aquí, la palabra es el lenguaje de la incomunicación. De ahí, quizá, el tono poético. 

El argumento es sencillo. En una época en la que el rock y la televisión comienzan a captar la atención del gran público, los trucos de magia ya no tienen interés para nadie. Así es que Tatischeff, el mago que protagoniza este film, se encuentra en una situación angustiosa a la que trata de sobreponerse infructuosamente. La escena inicial transcurre en París, en 1959. Su derrotero lo conduce a un pueblo de Escocia. Actúa en un modesto bar, donde la gente del lugar suele ir a divertirse. Allí se hospeda por unos días y conoce a una chica, Alice, quien lo seguirá hasta Edimburgo. La nueva compañía del mago empeora la situación, porque a la falta trabajo se añade una compañera que le demanda vestidos, zapatos, paseos… Él, por su parte, hace todo lo posible por satisfacerla. Pronto se da cuenta de que el decurso de esa relación es el correlato de su relación con el mundo.

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